A menudo la idea de un diario personal se relaciona con la infancia o la adolescencia, sin embargo el tener un diario está lejos de ser algo de niños o jóvenes. Los adultos también deberíamos hacerlo ya que se trata de una actividad que nos proporciona numerosos beneficios.
Al fin y al cabo, toda escritura es terapéutica, ya que nos hace trabajar con la memoria, haciendo una síntesis de lo que ha pasado para luego escribirlo y nos ayuda a poner en orden el pensamiento. Además activa nuestra mente y nos hace comprender cuestiones que no entendíamos o que no sabíamos que estaban. La escritura siempre ha sido la mejor terapia, pues estimula nuestra memoria y nuestra imaginación.
Un diario o un libro de vida
Un diario nos ayuda a recopilar las vivencias en el momento presente, relatar nuestra visión de lo acontecido, emociones e impresiones. Un libro de vida tiene el mismo objetivo y comparte los beneficios que tiene escribir un diario, sin embargo nos permite hacer un proceso de revisión de vida conectando pasado, presente y futuro.
Un libro de vida se convierte así en nuestro repositorio de recuerdos, una pequeña cápsula del tiempo o baúl de los recuerdos donde guardamos nuestras historias como algo muy valioso que queremos preservar ante el olvido. Al contrario de un diario, nuestro libro de vida se puede escribir para nosotros mismos y también para otros, de manera que nuestra historia y el relato de la misma sea un reflejo de nuestra identidad, logros, aprendizajes…
Todos estos procesos mentales también estimulan la creatividad, ya que narran la propia vida y relatarla nos ayuda a tomar distancia, adquirir nuevas perspectiva e incluso que nos afloren ideas nuevas.
La escritura en un diario o libro de vida es pues beneficiosa porque nos ayuda a conocer mejor nuestra historia interior, un mundo propio que llevamos dentro y que nos hace ser únicos. Así, desde un punto de vista terapéutico, escribir nos ayuda a pasar esas historias al papel y, a la vez, explorar nuestras emociones y pensamientos.