En el ámbito de los cuidados, hay un concepto que está transformando la forma de acompañar a las personas mayores: el profesional de referencia. Una figura que encarna, en la práctica, los principios de la Atención Centrada en la Persona (ACP) y que sitúa la relación humana (la confianza, la escucha y el vínculo) en el corazón mismo del cuidado.
El modelo ACP nos invita a mirar más allá de las rutinas y los procedimientos. Cuidar no es solo garantizar una correcta atención sanitaria o una vida segura y confortable; es también reconocer la historia, la identidad y las emociones de quien tenemos delante. Cuidar es vincularse, conocer realmente a la persona, mirar más allá del diagnóstico y ver a alguien con historia, identidad, sueños y capacidades. Y aquí es donde entra en juego el papel del profesional de referencia.
Una relación que da sentido al cuidado
Hablar de un profesional de referencia es hablar de confianza. Como apuntaba en un reciente encuentro organizado por Envita y Lares, el psicogerontólogo Raúl Vaca, “el profesional de referencia es alguien de quien me puedo fiar”. No se trata de un rol burocrático ni de una nueva tarea añadida, sino de una forma de cuidar más cercana, más consciente y más humana.
“¿Qué tengo que saber de ti para cuidarte bien?”
Una pregunta sencilla que sintetiza el espíritu del modelo ACP. A partir de ella, los profesionales pueden identificar tres o cinco aspectos clave que marcan la diferencia. La enfermera o el auxiliar que sabe que una persona es friolera, que prefiere comer sola o acompañada, o que disfruta de la música por la mañana, no está simplemente cumpliendo una pauta: está reconociendo a alguien.
Cuidar desde el vínculo y la escucha
La evidencia científica y la experiencia cotidiana en los centros lo confirman: las relaciones personales son determinantes para el bienestar. El vínculo no aparece de forma automática; requiere una actitud proactiva y genuina de interés por la historia y las preferencias de cada persona. Tal como profundizamos en “Cuando cuidar es escuchar: claves del modelo de Atención Centrada en la Persona”, escuchar es el primer paso para construir relaciones significativas y cuidados verdaderamente personalizados.
Cuidar desde la relación no exige más tiempo, sino una mirada diferente. Se trata de atender a los pequeños detalles que hacen sentir a la persona vista y comprendida: recordar cómo le gusta el café, notar que pasa frío o preguntar si prefiere el silencio o la charla durante un cuidado.
Como explicaba Cristina Muñoz, del Centro de Humanización de la Salud, en ese mismo encuentro, “las conexiones significativas no nacen de grandes conversaciones, sino de detalles pequeños pero constantes”. Esa atención genuina genera bienestar tanto en la persona cuidada como en quien cuida: los profesionales recuperan el sentido de su trabajo cuando las relaciones importan.
El puente entre la persona, la familia y el equipo
El profesional de referencia actúa como bisagra entre la persona y la organización: traduce las necesidades individuales al lenguaje del centro y, a la vez, ayuda a que la estructura se adapte a la singularidad de cada persona atendida.
Esta figura no sustituye al equipo, sino que lo fortalece. Su papel es coordinar, compartir información significativa y promover una cultura común del cuidado. Como recordaba Raúl Vaca, “la fuerza del profesional de referencia no está en aislar, sino en conectar: con la persona, con la familia y con el resto del equipo”.
Cuando esa conexión existe, la atención se vuelve más coherente, fluida y respetuosa con los deseos de la persona. Como señalaba Cristina Muñoz, “a veces basta con notar que al ponerle junto a la ventana se relaja, o que una canción le altera. Esos gestos, que parecen mínimos, son anclas de humanidad”.
Humanizar también es cuidar a quien cuida
La humanización no se limita a las personas mayores. Implica también cuidar del bienestar emocional de los equipos. La relación entre profesionales (el reconocimiento, la escucha, la colaboración) es la base de una cultura organizativa saludable.
“Cuando la organización cuida de sus profesionales, cuando los líderes se interesan sinceramente por su gente, eso se traduce en mejores cuidados”, señalaba Muñoz. Un entorno que favorece la empatía, la reflexión compartida y los pequeños gestos de reconocimiento es también un entorno donde las personas mayores se sienten mejor atendidas.
La cultura del reconocimiento y del apoyo mutuo es, en sí misma, una herramienta de humanización. Frente a la sobrecarga o el cansancio emocional, el trabajo en equipo se convierte en red de contención y aprendizaje compartido. Y si quieres profundizar en cómo cuidar también de ti como profesional, te recomendamos “La sobrecarga del cuidador: pequeños hábitos que pueden ayudarte”.
El profesional de referencia, puente hacia una atención más humana
En definitiva, el profesional de referencia es mucho más que una figura organizativa: es el rostro humano de la ACP. Representa la posibilidad de que cada persona viva en el centro con sentido, acompañada, reconocida y escuchada. Una idea que también exploramos en “Vidas con sentido: ¿qué me da alegría hoy?”, donde reflexionamos sobre cómo los pequeños gestos cotidianos aportan propósito y alegría en la vida de las personas mayores.
Como recordaba Raúl Vaca, “las relaciones no son un añadido: son el cuidado en su máxima expresión”. Y quizá el primer paso para hacerlo realidad sea empezar cada jornada con una pequeña acción consciente: un gesto, una palabra, un detalle que recuerde a quien tenemos delante que sigue siendo alguien único.
Este artículo se inspira en el webinar “El profesional de referencia en la práctica”, organizado por Envita y Lares. Puedes ver la grabación completa aquí.